Un análisis de necesidades siempre es delicado, pero quizá uno de los pasos menos claros es cómo documentarlo adecuadamente para trasladarlo a un plan de formación. Ya he comentado en otras entradas que más que un análisis de necesidades se trata de hacer un análisis de problemas, del que saldrán cuatro cosas:
- El desfase entre competencias requeridas y actuales.
- Indicadores para medir el impacto de la formación.
- Necesidades futuras, previendo carencias a corto y medio plazo.
- Vías para integrar la formación en el flujo diario de la organización.
Para que salga bien tendremos que contar con buenos interlocutores (fiables y relevantes para darnos la información que nos hace falta: personas con cargo, representantes de colectivos, profesionales de referencia o incluso muestras aleatorias) y trabajar bien los métodos de recogida de información y el procesamiento de los datos.
Extraer los datos relevantes de las distintas herramientas es laborioso, especialmente en el caso de la información recogida en entrevistas y grupos focales, y siempre ayuda un trabajo previo de estructuraciónm, teniendo en cuenta que lo que buscamos con los datos finales:
- Desglosar las competencias genéricas (capacidades y actitudes) y las competencias técnicas requeridas para abordar una tarea específica. Esto es normalmente asimilable a un mapa de puestos de trabajo.
- Identificar y cuantificar el desfase entre las competencias requeridas y las actuales.
- Determinar cuántos y cuáles de esos desfases pueden abordarse con formación/gestión del conocimiento.
- Fijar unos objetivos cuantificables de reducción de ese desfase.
- Hacer una segmentación funcional por perfiles, agrupando usuarios según sus necesidades comunes.
Los pasos del 1 al 4, aunque suponen esfuerzo, están bastante claros y tienen buenas guías metodológicas disponibles. El paso 5, en cambio, tiene mucha miga y está menos explorado. Consiste en encontrar puntos comunes entre las necesidades formativas de los distintos perfiles profesionales, de forma que establezcamos una estructura funcional, que puede o no coincidir con el organigrama. Es lo que hace que la formación sea transversal donde debe y específica donde se necesita, y que los recursos sean reutilizables y más eficientes. Permite, por ejemplo, generar recursos de aprendizaje genéricos para cubrir los conceptos esenciales, y reforzarlos con prácticas dirigidas específicamente.

Si tus competencias no son reales tu plan no vale nada
Yo suelo hacerlo con una doble tarea: primero identificando los flujos de trabajo basándome en el Análisis de Tareas Cognitivas, y, después, extrayendo de esos flujos las competencias, para crear agrupaciones (al estilo de los clusters para la secuenciación de contenidos) que me sirvan como criterio para agrupar también flujos de trabajo relacionados. Es decir, uso los flujos de trabajo como casos de uso de las competencias, y al final tengo una tabla tal que así:
P1 | P2 | P3 | A1 | A2 | A3 | A4 | A5 | A6 | |
F1 | c1 | x | |||||||
c2 | x | ||||||||
F2 | c1 | x | |||||||
c3 | x | ||||||||
F3 | c1 | c1 | c1 | x | |||||
c4 | c4 | x | |||||||
F4 | c5 | c5 | x | ||||||
c6 | x |
En este ejemplo, todos los perfiles profesionales (P1, P2 y P3) necesitan una misma competencia c1 para tres flujos de trabajo distintos (F1, F2 y F3). Sin embargo, solo la aplican conjuntamente en F3, que es el único flujo en el que participan todos. Por tanto, esa competencia puede entrenarse conjuntamente para todos usando el flujo de trabajo 3 como hilo conductor del entrenamiento, pero habrá que diseñar entrenamiento específico para los profesionales con perfiles P1 y P2, por separado, puesto que la usan en flujos independientes. Esto quiere decir que, si es posible, diseñaremos primero el entrenamiento del flujo F3 (A1 en la tabla), para que tanto P1 como P2 lleguen al entrenamiento respectivo de F1 y F2 con la competencia c1 ya trabajada. Esto nos permitirá centrarnos en las competencias c2 y c3 para esos flujos, ahorrándonos la parte común de c1 (para la que ese entrenamiento serviría como refuerzo y evaluación). Hay que recordar que en general el aprendizaje es contextualizado y la generalización a otros contextos no es necesariamente fácil.
El lado peligroso de este enfoque es que, al partir de flujos de trabajo, puede acabar demasiado centrado en tareas y perder el enfoque de competencias. Estando pendiente de esa cuestión, tiene la gran ventaja de generar una estructura lógica de la formación, sugiriendo un orden en el trabajo de las competencias y una progresión enlazada directamente con los flujos de trabajo reales, y permite establecer casos de uso transversales, con flujos comunes para distintos perfiles.