La voz del formador

Hoy se celebra el Día Mundial de la Voz, como ayer me recordó Radio 5.

La educación vocal para profesionales es una de las áreas en las que mejor me muevo (una parte de mi propia formación es como logopeda) y que imparto con más cariño. Comerciales, teleoperadores, formadores y demás pasan por mis cursos para intentar optimizar el uso que hacen de su aparato fonador. Lo más llamativo es que la mayoría de ellos llevan años haciendo barbaridades con su voz (mal uso y abuso vocales) y eso se nota al oírles, pero pocos son conscientes de que tienen un problema. El deterioro de la voz suele ser progresivo, lo que provoca que nos acostumbremos a nuestro nuevo timbre disfónico y lo normalicemos, incluso en casos en los que hay molestias, dolor o afonías frecuentes. No hay formación en la que no descubra unas cuantas voces patológicas, para sorpresa de sus dueños. Y obviamente la toma de conciencia es un gran paso, tal vez el más importante, por lo que iniciativas como esta me parecen excelentes, pero no deja de ser el comienzo. Los profesionales de la voz somos población de riesgo para este tipo de problemas, y es imprescindible un adecuado conocimiento de cómo funciona y cómo se usa (y cómo no debe usarse) nuestra voz, nuestra forma más básica de comunicarnos.
Aprovecho para dejar caer las Tres reglas de oro para mantener la voz en forma:
  • No grites. La gente te oye igual si hablas con intensidad moderada, y si trabajas en un lugar ruidoso procura contrarrestar la tendencia natural a elevar la voz por encima del sonido ambiental.
  • No agotes el aire al hablar. Mucha gente aprovecha hasta el último soplo de sus pulmones para acabar una frase, y eso provoca una tensión laríngea innecesaria y muy perjudicial. Aprovecha las pausas de inflexión para tomar aire.
  • Si tienes molestias, haz reposo vocal. O lo que es lo mismo, cállate ;). De este modo dejas tiempo a los músculos vocales para descansar y recuperarse de un esfuerzo.
Actualización: Vía El arte de presentar, que también trata el tema hoy (y parece que tiene mis mismos gustos radiofónicos), me entero de que La Sociedad Española de Otorrinolaringología organiza un Maratón de la voz en el Real Conservatorio de Música de Madrid, de entrada libre. Si al alguien le queda cerca, ya sabe.

¡NO! lo hagas


Se puede hablar mucho de las competencias del formador, de qué directrices seguir para dar un buen curso y convertirse en un tutor excepcional, y cualquiera que se dedique profesionalmente a este campo tiene mucho que aprender y que cuidar en este sentido. Sin embargo, en muchas ocasiones, lo que no hacemos habla de nuestra calidad como formadores más aún que lo que hacemos bien. Saber evitar ciertos vicios, hábitos o tendencias durante una sesión presencial hace que la impresión que dejamos sea, como mínimo, correcta. Así pues, he aquí una pequeña (y ampliable, qué duda cabe) lista de qué no hacer:

– Empezar la sesión cuando hay gente que no está atenta o escuchando. Atrae la atención de todos antes de presentarte siquiera, de lo contrario te arriesgas a que lo de estar a otra cosa se convierta en un hábito a lo largo del curso.

– Moverse demasiado. Controla tus paseos arriba y abajo (algo que normalmente hacemos cuando estamos nerviosos) y la gesticulación. Que tu postura corporal no sea de abatimiento o sumisión, procura transmitir seguridad.

Dar la espalda a los asistentes durante una explicación. Es inevitable cuando tienes que escribir algo (a menos que lo hagas a través del ordenador), pero el resto del tiempo intenta mantener el contacto visual con tus alumnos. Si tienes que señalar algo en una diapositiva, utiliza un puntero láser.

– Usar un lenguaje demasiado técnico o demasiado poco técnico, según el caso. Adapta tu léxico al público para asegurarte de que el mensaje llega tal y como quieres que llegue.

– Utilizar un tono de voz monótono y vocalizar mal. Hay gente que, de forma natural, tiende a hablar muy rápido o con la boca entrecerrada; si es tu caso, recuerda que para dar un discurso es importante la forma y la claridad, entrénate para que tu oratoria sea adecuada. Procura igualmente evitar las muletillas y expresiones repetitivas, denotan inseguridad y pueden ser motivo de burla.

– Incluir en el discurso un exceso de chistes o chascarrillos que distraigan la atención. Ojo, porque es fácil caer en esto en algunos cursos si tenemos tendencia a bromear. Ojo además con herir sensibilidades, hay bromas que no proceden. Ante la duda, déjalo correr.

Divagar o perder el hilo. Aunque hay que ser flexible y saber explorar ramas que surjan sobre la marcha, es importante tener un esquema claro de qué secuencia se va a seguir y procurar regresar a él cuando finalice la excursión improvisada.

No reconocer cuándo te has equivocado. A todos nos pasa: no intentes disimular, simplemente corrígete de forma natural.

Estar demasiado pendiente de no hacer todas estas cosas y olvidarte de tu público. Recuerda que lo importante son ellos y el aprendizaje que ha de tener lugar.

Como siempre, la práctica crea al experto, así que averigua si tiendes a caer en alguna de estas (ensayar ante el espejo siempre es revelador, y grabarse en video aún más) y ensaya hasta minimizarla o anularla.

¿Se te ocurre alguna otra costumbre peligrosa? ¿Qué comportamiento poco apropiado detestas más en un formador?

Imágenes

Hace un mes más o menos que sigo un blog especialmente llamativo: The Big Picture. Con un nombre que no engaña a nadie, recoge fotografías de actualidad y las cuelga en alta resolución para disfrute del público y acelerando dramáticamente la rotación de los fondos de escritorio del mundo (las primeras semanas fueron un ansioso ir y venir de wallpapers en mi monitor, a medida que una imagen espectacular era sustituida por otra). Trata de ser lo más aséptico posible, limitándose a las fotos con un breve pie en el que describe la acción retratada sin pronunciarse demasiado.

Y sin embargo, los comentarios que suscitan sus entradas no son nada asépticos. Surge el debate, la polémica, la discusión agresiva, las acusaciones de partidismo, las adhesiones inquebrantables y las quejas ofendidas. La imagen no es inocente, y no hace falta más que eso para poder desarrollar todo un intercambio de ideas, de opiniones, una construcción de significados y, probablemente, un cambio de perspectiva en más de un visitante.

Esa es la filosofía que me gusta tener en mente cuando preparo un curso en el que voy a usar presentaciones. Igual que el conocimiento se construye haciendo, la comprensión y las explicaciones pueden desarrollarse a partir de imágenes ilustrativas de conceptos. Es más, cuanto menos texto usemos más atención tendremos por parte de nuestra audiencia, que no estará ocupada leyendo o -peor aún- copiando lo que aparece en pantalla mientras se pierde lo que sea que tenemos que decir.
Una buena selección de imágenes permite fijar con mucha más efectividad las ideas básicas que queremos transmitir. Sabremos que ha sido una buena selección cuando nuestros alumnos son capaces, al final de la sesión, de evocar de memoria al menos la mitad de las diapositivas que han visto, y recordar algo relevante relacionado con cada una.

Sobra decir que esto sólo es posible cuando hay una adecuada preparación previa del contenido. Y por supuesto habrá ocasiones en las que nos sea imposible no apoyarnos en una lista o un ejemplo, pero garantizaremos que no será más que lo imprescindible si fijamos nuestra aspiración en presentar la máxima cantidad de contenido con el mínimo de texto.

Cómo NO usar Power Point

Sé que es un vídeo que se ve con frecuencia, pero no puede faltar en este blog. Está en inglés, pero resume perfectamente los vicios de muchos formadores a la hora de hacer sus presentaciones:

Enumero los puntos principales (se pierde el toque humorístico, lo siento):

No incluyas cada palabra que vayas a decir (y que cada idea no ocupe más de una diapositiva).
Repasa la ortografía (para algo está el corrector automático).
Evita abusar de las viñetas, úsalas sólo para los puntos clave. De lo contrario lo fundamental y lo trivial se confunden.
Cuidado con las combinaciones de colores que hacen lagrimear y distraen.
Cuantas más diapositivas, menos efectiva es la presentación.
Cuantos más datos incluyas más dificil es seguir la presentación, cayendo la efectividad. Si van en gráficas, cuanto más sobrias mejor, y cuidado con el tamaño de la fuente.
Reduce al mínimo las animaciones. Las figuras flotando, girando y recorriendo la pantalla hacen que sea más fácil distraerse, aunque en ciertos casos pueden mejorar el impacto. Valora el riesgo.
La fuente que utilizas habla de ti. Escoge una que te guste y, sobre todo, intenta no usar la que viene por defecto, porque da una imagen de desidia que no te conviene.

Tecnicismos o vagancia

No hay día que no lea algo sobre e-learning (o sobre las características de la red en general) que no me encuentre con dos palabras relativas a las formas de comunicación: asíncrono, que es aquello que no ocurre a la vez que otra cosa -en el caso al que aludo sería la comunicación que no tiene lugar con la participación simultánea de los implicados, como un foro, el correo electrónico o este blog-; y síncrono, que no quiere decir nada.

Y aunque no signifique nada, ahí está, en una página tras otra, la bendita «comunicación síncrona» que se hace hueco para referirse a los chats, voz sobre IP y demás, cuando el español tiene una palabra para nombrar lo que ocurre simultáneamente a otro evento: sincrónico.

Lo que me lleva a la reflexión del título: cuando nos encontramos una palabra que no hemos oído en la vida y que aparece casi a la deriva en un texto plagado de tecnicismos, la tendencia es añadirla sin miramientos al vocabulario propio y así dar un paso más en la jerga de los entendidos. Esto tiene un pase con los obvios neologismos que salen al paso, pero no al sustituir palabras que ya existen por otras inventadas, mal copiadas o mal traducidas, simplemente porque no nos ha dado la gana de buscar cinco segundos.

En un campo como la formación, en el que a los profesionales se nos supone formados en general, no estaría de más que anduviéramos con más ojo y no tragáramos con todo.

Welcome, my friends, to the show that never ends

Quizá uno de los momentos más duros en el trabajo de un formador es el momento antes de que empiece una clase presencial. Aún no sabes a quién vas a tener delante, te surgen dudas acerca de lo preparado que vas, de si te funcionará el video, de si podrás seguir sin problemas en caso de que falle el cañón o el portátil…

Todos esos miedos se van diluyendo con el tiempo, pero nunca desaparecen del todo. Sólo hay una manera de conjurarlos con cierta garantía, y es mediante la preparación, el ensayo, las tablas y unas cuantas medidas que no debemos dejar de tomar jamás:

– Acude siempre con tiempo al lugar donde vas a impartir el curso. Yo recomiendo alrededor de una hora de adelanto, para presentarte a quien corresponda, montar tu portátil y demás aparataje, y tomarte algo tranquilamente mientras esperas a los participantes.

– Si es la primera vez que impartes formación allí, ve, llama o manda un correo electrónico un par de días antes para asegurarte de que tienen cañón y un lugar donde proyectar, enchufes (os aseguro que nunca se sabe), pizarra blanca con rotuladores que pinten, rotafolios o cualquier otro material que vayas a necesitar.

– Si vas a usar pizarra o rotafolios, lleva tu propio rotulador de repuesto.

Infórmate de la disposición del mobiliario, por si necesitas espacio para alguna actividad y no lo hubiera. En ese caso podrás cambiar de planes con tiempo.

No te apoyes totalmente en el ordenador. Además de tener la materia en la cabeza, lleva notas para recordar la estructura de los contenidos, y si piensas basarte en una presentación del portátil, prepara guías para los alumnos (equivalentes a los pantallazos más importantes) que poder fotocopiar y repartir en caso necesario. Si vas a poner un video, lleva una copia en cd por si las moscas.

– Asegúrate de que tu vestuario te permite quedarte en mangas de camisa si hace calor, o permanecer más abrigado si hace frío. Una ropa con la que estés a disgusto puede crearte inseguridad, y pasar frío o calor puede influir negativamente en tu estado de ánimo.

Ve al baño antes de que haya llegado nadie. Parece una chorrada, pero es el mejor momento y te puede evitar un apuro después.

Silencia el móvil.

– Prepárate para ir recibiendo a la gente. Entabla conversación informal con los que van llegando mientras esperas al resto. No te parapetes tras el ordenador ni salgas justo en ese momento a hacer cualquier otra cosa. No huyas, disfruta de conocer gente nueva o de reencontrarte con conocidos.

– Recuerda que los participantes están deseando que todo salga bien, así que de entrada los tienes a tu favor. Relájate y despliega tu habilidad.

¿Podemos salir a tomar un café?

Todo es mucho más fácil cuando se compartimenta. La planificación de una sesión de formación tiene que ir en función de dos factores, que son el tiempo disponible y el número de participantes, pero en general podemos seguir algunas pautas casi universales que facilitan la distribución de las actividades y, sobre todo, la participación de los asistentes (o, al menos, que no se duerman…).

Como promedio, un grupo de alumnos mantendrá la capacidad de atención intacta durante periodos de 45 minutos a una hora. Dicho esto, es difícil prolongar ese tiempo, pero relativamente sencillo acortarlo mediante lecciones magistrales interminables, monologando en torno a una presentación, leyendo implacablemente un manual… Recursos estos a los que suelen recurrir quienes no han tenido tiempo o ganas para prepararse algo decente.

Pero incluso cuando es ese el caso (seguro que no soy el único que ha tirado de reservas en algún momento), podemos convertirlo en una experiencia positiva para los participantes si seguimos un par de pautas sencillas:

– Nunca hables durante más de quince minutos seguidos.

– Fomenta la participación: si tienes que explicar algún concepto complejo que requiere una buena conferencia, procura hacer pausas (recuerda la regla de los 15 minutos) para pedir la participación de los alumnos: que aporten experiencias ilustrativas del tema tratado, que razonen cuál será el siguiente paso…

– Un ejercicio práctico o una dinámica por cada media hora de teoría es un buen ratio. Más práctica es deseable, más teoría un tostón.

– Haz un descanso cada hora y media si es un curso con mucha carga teórica, o cada dos horas si es eminentemente práctico.

– Reserva al menos una hora de cada cinco para hablar sobre casos particulares que los participantes propongan, o para un debate.

The audience is listening…

Una de las competencias clave del formador es la capacidad para llevar a su audiencia, sus alumnos, por donde le interesa. Conducirles a determinadas conclusiones, a que se hagan y le hagan ciertas preguntas, a que intercambien opiniones, a que le escuchen con atención o a que se abra un debate que en apariencia surge espontáneamente, todo eso depende del manejo que el formador tenga de su discurso. Para aproximarme a esa maestría hay cuatro puntos clave que procuro no saltarme nunca:

– Preparación: Es imprescindible saber de qué se va a hablar, y documentarse aunque se trate de temas que manejamos con soltura, en previsión de esas preguntas inesperadas (pero siempre bienvenidas) que nos ponen en un aprieto. No es un crimen no saber una respuesta: es un fallo garrafal no traerla sabida y exponerla al día siguiente.
– Ensayo: No te aprendas un discurso de memoria (si te falla, estás perdido), pero sí es conveniente que practiques cuatro o cinco frases de introducción a los puntos más importantes, a las dinámicas y los ejercicios prácticos, y a los debates. Un muy buen método: ponte ante el espejo y prueba a ver qué tal suena, quedándote con lo básico, lo que no deberías saltarte. Esto es particularmente útil para la presentación del curso, al hablar de sus objetivos y de ti mismo como formador, e igualmente útil para el cierre, cuando despides a los alumnos, les das las gracias y les haces llegar tus impresiones generales sobre cómo ha ido todo.
– Seguridad: tu boca dice una cosa, pero tu cuerpo puede estar diciendo todo lo contrario. Vigila tu lenguaje no verbal, procura mantener la cabeza y el cuerpo erguidos pero no envarados, y los brazos relajados aunque gesticules con ellos. Los hombros sin tensión, y la mirada buscando los ojos de tus alumnos en todo momento. Un terapeuta que conocí decía que el secreto está en mantener el mentón elevado como si sostuviéramos bajo él un balón de rugby: ni uno de baloncesto, que nos da una imagen de prepotencia, ni una pelota de tenis, que nos achica ante el público.
– Naturalidad: Compórtate como si los asistentes al curso fueran conocidos de toda la vida. Trátales con respeto y manteniendo esa distancia profesor-alumno que reviste tus frases de cierto peso y autoridad, pero con la familiaridad suficiente como para acercarte a ellos y preguntarles por sus opiniones, sus pensamientos, sus vidas, y hacer chascarrillos ocasionales. Si te ven en tu salsa, se meterán en la propia.

Para rematar, os dejo un enlace a un manual práctico para hablar en público bastante exhaustivo colgado en la web 16.35CAN de Caja Navarra. No será la última vez que mencione este sitio porque tiene más de un recurso interesante, y os animo a que lo exploréis con detenimiento.