Hoy he tenido uno de los momentos más satisfactorios como formador, y no ha sido en un proyecto laboral. Al levantarme y mirar el ordenador, me he encontrado con unas cuantas descargas en el UTorrent que no había iniciado yo, y eso me ha llevado a la lógica conclusión de que otra persona lo había hecho (brillante, ¿verdad?). El caso es que, gatos aparte, en casa sólo vivimos dos personas, y una de ellas llevaba meses resistiéndose a usar el programa, pese a que sí quería conseguir algunos archivos. Lo que pasó replica bastante fielmente lo que suele ocurrir tras una formación real, y sobre todo cómo sacarla del círculo en el que suele degenerar:
- Hace un tiempo, después de mucho «¿me puedes buscar este archivo?», tuvimos, a regañadientes, la correspondiente sesión formativa en la que le expliqué, de forma sencilla y a través de su propia práctica, cómo utilizarlo. La empresa había decidido imponer un cambio de funciones, liberando al departamento de IT de tareas que podía hacer el resto del personal. Éstos no se lo habían tomado bien, y habían aceptado con la boca pequeña.
- Siguió un tiempo de «ya sé hacerlo, pero a ti se te da mejor y lo haces más rápido» (una versión elaborada de «me da pereza ponerme»), algo frecuente en la aplicación de cualquier aprendizaje cuando hay un experto cerca. El objetivo de la formación no se estaba cumpliendo, y el departamento de IT comenzaba a impacientarse porque seguía asumiendo funciones que en teoría ya no eran suyas. El círculo vicioso estaba cerrado, y el malestar crecía entre las partes.
- En alguna ocasión se volvió a intentar la asunción de funciones con una tutorización que permitiera agilizar el proceso y hacerlo más cómodo. En la práctica, yo acababa tomando el control para «hacerlo bien y de una vez». El departamento de IT fue asignado a labores de soporte formativo, para que los demás trabajadores tuvieran la seguridad de que alguien podía sacarles las castañas del fuego y así perdieran el miedo a sus nuevas funciones. En la práctica, requerían la presencia de los técnicos para todo, afectando a la productividad de ambos.
- Obviamente, la solución pasó por el «a la fuerza ahorcan». Dejé de meterme en medio, y aunque aumentó el riesgo de problemas técnicos y los tiempos de uso del ordenador se desequilibraron un tanto, el resultado fue el feliz descubrimiento de esta mañana. Así, sin más. Una vez que el departamento de IT comprendió su error, dejó de prestar apoyo técnico constante y delegó completamente las funciones traspasadas. Sin ese respaldo, y teniendo que contar con el trabajo hecho, el resto del personal no tuvo más remedio que ponerse manos a la obra, para descubrir que podía hacerse cargo perfectamente (por lo que recibió la sincera felicitación de la empresa).