El fin último de la formación

Leía el domingo en el suplemento de negocios del diario El País un pequeño artículo titulado “La necesidad de educación financiera” que me llamó la atención. En la situación económica actual, el texto defiende la conveniencia de instaurar algún tipo de formación sistemática de la población en materia financiera, de modo que podamos convertir los riesgos en oportunidades. Es decir, no es posible que la globalización o la innovación tengan un efecto positivo sobre quien no sabe cómo actúan y qué hacer con ellas, y los autores proponen que sean los gobiernos y las instituciones financieras quienes asuman esta responsabilidad.

El fondo de la cuestión me trae a la cabeza el fin último de la formación en todos sus grados, que es crear individuos autónomos capaces de comprender lo que les rodea y tomar decisiones por sí mismos. Creo además que el que un individuo asimile cualquier formación como una fuente potencial de cambio y de mejora de su autonomía depende en buena parte de que el formador tenga claro que esto es así, y facilite tanto el aprendizaje como la toma de conciencia de lo trascendente que este puede ser.

Me gusta que se saque a relucir que falta competencia general en campos básicos para la vida en nuestra sociedad, como economía (aunque quizá desde una perspectiva más crítica y no como un mero manual del economista aficionado), política (en el sentido de participación en la vida pública y comprensión de nuestra sociedad) o resolución de conflictos. Mucho de esto se supone aprendido durante la niñez y la adolescencia (por ejemplo, la política a la que aludía en la educación obligatoria, sea impartida como siempre, de forma transversal, o como una asignatura propia como ahora), pero lo cierto es que nuestro día a día nos muestra un centenar de ejemplos de que no es así.

Ahora que finalmente se asume que la formación no termina con la escolarización, y que el aprendizaje y perfeccionamiento a lo largo de la vida (kaizen, lifelong learning, reciclaje o como se quiera llamar) es necesario, deseable y, de hecho, inevitable, tal vez sería buena idea enfocar nuestras demandas de formación como ciudadanos a esos campos que normalmente dejamos a los expertos. No sé si la vía es la formación en el puesto de trabajo, a través de las instituciones o todo junto, pero nuestro aprendizaje no debe tener como objetivos únicos prepararnos profesionalmente o pasar el rato: Es posible nos sea más provechoso un curso que nos enseña qué hacer con nuestros ahorros que el enésimo sobre Excel o uno de ganchillo.

8 comentarios en “El fin último de la formación

  1. Estoy de acuerdo contigo pero ese tipo de formación mucho me temo que no tiene cabida bajo el paraguas de los cursos para desempleados o para trabajadores, por lo que no podría acogerse a estas subvenciones.En cierta ocasión trabajé dentro de un programa formativo auspiciado por una Caja de Ahorros del norte de España (permíteme que mantenga su nombre en el anonimato porque suelo colaborar con ellos). El público objetivo de las acciones formativas estaba compuesto por emprendedores y empresarios con su negocio en fase de consolidación. Pues bien, quedó terminantemente prohibido \»tocar\» la negociación bancaria y otros aspectos de la relación banco-cliente. ¡¡¡Estaban boicoteando ese tipo de formación!!!. Esos temas tendrían que encauzarse a través de asociaciones ciudadanas,si bien las personas asistentes lo más seguro que tendían que rascarse el bosillo.

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  2. Hola, formador;Por supuesto tienes razón: si la responsabilidad de educar en un tema está en manos de una parte interesada, la formación corre el riesgo de estar sesgada.La financiación es otro problema, claro. Pero para llegar a la gratuidad primero es necesario que haya demanda, y no la hay porque esos temas no se consideran popularmente objeto de enseñanza formal, pienso yo.¡Un saludo!

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  3. Yo últimamente me estoy especializando en cursos del tipo: \»Todo lo que usted siempre quiso saber sobre xxx y nunca se atrevió a preguntar\», donde xxx puede ser \»internet\» \»economía\» \»contabilidad\», etc. Me asombra ver el bajo nivel de conocimientos generales medios que siempre hace que este tipo de cursos termine bien valorado. En otras ocasiones sesiones con otro nombre terminan, por petición de los alumnos, o imposibilidad material por falta de conocimientos previos, convirtiéndose en esto mismo, y con extraordinarias valoraciones.

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  4. Hola a ambos; alegra que haya cierta sintonía entre nosotros, ya que en el trabajo de formación estás más solo que la una.Hay una ignorancia tremenda sobre todos estas materias. En tributación básica, por ejemplo, los comerciantes y empresarios te dicen que \»eso se lo lleva el asesor\» y se quedan tan panchos. Yo les digo que los que van a ir a la cárcel son ellos mismos…les cambia la cara y luego nos descojonamos juntos un rato, pero ya les he metido la preocupación.A nivel de calle ni te cuento. Cosas habituales se hacen (hacemos) como los burros, por reiteración más que por comprensión. Quizás la próxima hornada de gurús de la formación esté en docentes de estas materias en lugar de los \»grandilecuentes\».Un saludo.

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  5. Hola, José Manuel;Si es que está claro que cuando a la gente se le da lo que necesita, lo reconoce y lo agradece (creo que son frecuentes las experiencias similares a lo último que mencionas). El problema está en que no suele pedirse lo que se necesita… y, efectivamente, \»nunca nos atrevemos a preguntar\».Qué interesante especializarse en esto. ¿Puedo preguntarte a qué grupos van dirigidos esos cursos?Gracias por tu comentario, ¡un saludo!

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  6. Hola, formador;Ojalá tengas razón, y que esa hornada sea la nuestra :). Mi opinión es que hacen falta menos cursos de autoafirmación, y más autoafirmación de verdad a través de la autonomía personal.En cuanto a la sintonía… Blogs como los vuestros o este dejan claro que los que nos dedicamos a esto tenemos mucho que poner en común. Por cierto, ¿conocéis algún foro específico de formadores?¡Un saludo!

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